jueves, 25 de abril de 2013

Bolita de goma

Pienso en mi vida como una bolita de goma.
La tengo en mis manos,
la observo.
Entonces
la imagino en formas infinitas,
la aplasto con mis dedos,
la estrello contra la pared,
la separo y la uno de nuevo.
Este es el itinerario mental de todos los días.

No te niego que a veces me harta este juego,
estúpido e infantil,
¿pero qué más hacer
con esta bolita de goma?

lunes, 17 de diciembre de 2012

De este lado del camino

          Siempre he pensado que uno es el reflejo de sus pasiones internas: si tenés amor das amor, si sos tolerante con vos mismo vas a respetar las diferencias de los demás, si te reís de tus propios errores y aprendés de ellos vas a perdonar las fallas de otros, y así… Hoy me encontré con esta canción de Café Tacvba que habla más o menos de esto; a algunos podría parecerles que es una exaltación al narcisismo, sin embargo, yo creo que es el reflejo  de esa auto-búsqueda que todos deberíamos hacer a lo largo de nuestra vida para intentar crecer como seres humanos.
No estoy diciendo que hay que ser egoístas, sino que es necesario aprender a vivir con uno mismo para poder convivir con los demás, que no hay que esperar a que otros nos hagan felices porque nosotros tenemos suficiente felicidad para compartir sin condiciones.  Jesús dice: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, pero ¿qué amor vamos a dar a otros si estamos en constante guerra con nuestra propia alma?
Yo no sé ustedes, pero espero que con el pasar de mi vida pueda seguir diciéndome con toda sinceridad “me amo”, por todo lo que soy y por todo lo que he logrado alcanzar, y decir que estoy agradecida por todo lo que la vida me ha dado y me ha permitido dar. Aquí les dejo la canción y ojalá que después de hacer una reflexión en su mente y corazón puedan decir lo mismo. :)
 

sábado, 18 de agosto de 2012

Albert y el río


Antes de los dieciséis Albert era mi mejor amigo. Ahora no recuerdo exactamente el día en que nos conocimos, pero sí las tardes de verano en que nos escapábamos al río junto a los demás chicos del colegio. Nos gustaba jugar a las apuestas tirando piedrecitas en el agua: el que no alcanzaba a disparar su proyectil lo suficientemente lejos que los demás, debía cumplir toda clase de penitencias que al resto se le ocurrieran.
Una vez hicimos que Carlos, el hijo de la maestra de Lengua, comiera hormigas para vengarnos de su madre por hacernos ir a la escuela en vacaciones. Yo jamás había sido un buen estudiante, pero el último año del colegio había sido el peor, y cuando William lo supo dejó de hablarme por un buen tiempo.
Albert era muy fuerte, tenía además una excelente puntería. Desde que inventamos nuestro juego,  jamás había tenido que cumplir nuestros retos: sus proyectiles eran los que llegaban más lejos. Pero un día, un chico mayor se acercó mientras jugábamos con lo de las piedras y retó a Albert:
-¡Ey, tú! Me han dicho que te vieron molestando a mi hermana: aléjate de ella.
A mi amigo  le gustaba  una chica del colegio y desde que la conoció no había dejado de buscarla al finalizar los ensayos de ballet. Estaba tan enamorado que no le importó gritarle a su desafiante:
-No me das miedo.
El chico grade tomó a  Albert  del cuello:
-¿Acaso estás retándome, pedazo de renacuajo?
-Te lo he dicho: no me das miedo.
De no haber abierto mi bocota las cosas habrían terminado de otra manera, pero al ver a Albert en peligro, se me ocurrió sugerir:
-¡Vamos! ¿Acaso se van a liar a golpes? Actuemos como hombres civilizados y arreglemos este asunto por las buenas: les daré una pequeña piedra a cada uno y la lanzarán  lo más lejos que puedan. Si tú ganas, Albert dejará de molestar a tu hermana y será tu esclavo por dos semanas; pero si pierdes, dejarás que Albert salga con tu hermana y tendrás que pedirle perdón por molestarlo frente a todos los asistentes del ballet- confiaba en mi amigo, nadie le había ganado nunca.
Para sorpresa de todos, el chico aceptó:
-Está bien, pero vas a perder: renacuajo.
El primero en lanzar fue Albert. Su tiro fue fantástico, su proyectil llegó hasta más de la mitad del río. Ya todo estaba decidido.
-Supéralo, tonto, si puedes-gritó Albert.
El otro chico no dijo nada. Tiró con todas sus fuerza el proyectil y, ante nuestro asombro, sin más ni más la piedra llegó mucho más lejos que la de Albert, hasta el otro lado.
-¿Lo ven? Soy el mejor. Ahora tú, galán, levántate que eres mi esclavo y quiero que cumplas mi primer deseo: ve a traer mi piedra a la otra orilla.
 Albert me lanzó una mirada, furioso. Se levantó y empezó a caminar.
-¡Hey, tú! ¿Adónde vas? No te dije que fueras caminando, ¡nada!-le gritó exigente el otro chico.
Albert jamás se metía al río y todos lo sabíamos. Siempre prefería quedarse en la orilla mirando al cielo o gastando algunas bromas, mientras nosotros jugábamos en el agua.
Mi amigo estaba contrariado, tenía miedo. No sabía si salir corriendo a casa  o tirarse al agua para darnos a todos una muestra de su valentía. Y, para sorpresa del retador, eligió lo segundo.
-Te dije que no te tengo miedo.
Albert empezó a desnudarse y en pocos segundos estuvo en calzoncillos. Albert y yo éramos muy parecidos, pero había algo que él tenía que yo no: valentía. Así que dio un respiro hondo y se tiró al río.
Hay secretos que uno no se atreve a contar, incluso a los mejores amigos. Albert también tenía uno de esos, ese día lo supimos, el río también. Jamás aprendió a nadar.

miércoles, 8 de agosto de 2012

¿Un mundo feliz?

Francamente, no soy muy dada a las novelas de ciencia ficción porque me parecen demasiado superfluas, pero cuando encontré este libro me llamó la atención su título y no sin un poco de incredulidad me animé a leerlo. Para mi sorpresa, mientras adentraba  en la lectura, me fui dando cuenta que esta historia dista mucho de ser ficción, y que muchas de las situaciones aquí descritas están pasado en la actualidad.
Aldous Huxley nos plantea un mundo en el que la tecnología ha llegado a su límite y los seres humanos son creados a partir de manipulaciones genéticas en un Centro de Incubación y Acondicionamiento dirigido por el gobierno.  Se suprime el papel de la familia y cualquier tipo de relación afectiva, las personas aprenden lo que deben saber por medio de grabaciones que se repiten una y otra vez mientras duermen, a  lo que llamaban hipnopedia.  De esta manera, las personas son condicionadas a adoptar pensamientos en función de mantener el orden y la estabilidad social.
Desde pequeños, hombres y mujeres se convencen de que son felices y que para seguirlo siendo hay que consumir, evitar las relaciones personales demasiado profundas, rechazar la soledad y renunciar a la individualidad. Las enfermedades han desaparecido, las personas son jóvenes toda su vida y aunque  todavía deben enfrentarse a la muerte, esta ya no es dolorosa pues han sido condicionados para aceptarla como algo natural que es parte de la vida misma. Si algo les perturba, los habitantes de esta nueva sociedad pueden recurrir al soma, una especie de droga que calma sus preocupaciones permitiéndoles recuperar su felicidad.
Existe una especie de diferenciación entre castas sociales: los alfa, los gamma, los beta y los épsilon, cada una de las cuales se dedica a ciertas labores dentro de la comunidad. Y aunque los alfa están destinados a tener un papel más protagónico en la sociedad, cada casta está contenta con su trabajo pues ha sido educada para ello: "Tal es el fin de todo el condicionamiento: hacer que cada uno ame el destino social, del que no podrá librarse".
La existencia de Dios ya no tiene sentido porque el ser humano ya no tiene problemas para pedirle  a un ser supremo que le asista en su agonía. Aquí, tampoco tienen lugar la filosofía ni la literatura pues no  traen ningún beneficio económico, al contrario, distraen a las personas porque las hacen sentir y pensar.
¿Qué les parece hasta ahora esta nueva sociedad? Interesante, ¿no? Sin embargo, como bien aprendí en mi clase de Economía, nada en esta vida es gratis, incluso en la ciencia ficción. Para gozar de esta especie de felicidad las personas debían renunciar a su libertad, a su derecho de pensar por sí mismas, a tener una personalidad única, a su capacidad para criticar lo que no les parecía. En esta sociedad no cabía el heroísmo ni la valentía, se vivía en un estado de conformidad estúpido, conveniente sí, pero estúpido.
Este libro nos hace caer en cuenta en uno de los errores más grandes de nuestra sociedad presente: señores, la felicidad, la verdadera felicidad, no consiste en no tener problemas, ni en tener a nuestra disposición todo cuanto queramos. La felicidad no es olvidarnos de lo que nos hace daño ni aprender a vivir con ello. Para se felices,  necesitamos saber qué es el dolor, la soledad y la frustración. Pero sobre todo, para ser felices hay que tener coraje para no conformarnos con  la comodidad que nos ofrece el medio actual (la política, los medios de comunicación, la ciencia, etc.); ser felices es tener el valor suficiente para plantearnos nuevos retos y, sobretodo, para alcanzarlos.
Yo creo que el error en el planteamiento de esta utópica sociedad es que sitúa la felicidad colectiva y el bienestar de la comunidad por encima de la del individuo. “De adentro hacia fuera” dice S. Covey en uno de los libros de superación más famosos de estos días, y con  razón.  Uno no puede esperar que las sociedades progresen y sean felices si las personas que las forman están corrompidas y no gozan de la libertad necesaria para desarrollarse plenamente. Es inhumano pedir a las personas que no sean diferentes y que se adapten a una sola manera de pensar, de ser y sentir,  además es aburrido.
Muchos dicen que este libro habla de los males que puede traer la ciencia a la sociedad, sin embargo yo creo que esta historia solamente habla de la estupidez humana al querer resolver todo con presionar un botón. Como todos, yo también quiero  vivir en un mundo donde no existan las enfermedades, la pobreza y la tristeza, pero nunca estaría dispuesta a sacrificar mi libertad ni mi individualidad para conseguirlo; al mismo tiempo soy consiente de que sola no puedo cambiar las cosas y que los problemas del mundo no se van a solucionar de la noche a la mañana, sin embargo también sé que si cada día pongo mi mayor esfuerzo al menos una persona va a ser menos desgraciada es esta vida.  No sé ustedes, pero para mí en eso consiste mi pequeño mundo feliz. Los invito a leer este libro, está buenísimo.
Quotes:
-"62.400 repeticiones hacen una verdad."
-"Las palabras, como los rayos X, atraviesan cualquier cosa, si uno las emplea bien."
-"Si uno es diferente se ve condenado a la soledad."
-"Cuanto más grande es el talento de un hombre, mayor es su poder para extraviar a los otros."
-"La población óptima es como el iceberg: ocho novenos bajo el agua y uno por encima."
-"Pero yo no quiero la comodidad. Yo quiero a Dios, quiero la poesía, quiero el verdadero riesgo, quiero la libertad, quiero la bondad. Quiero el pecado."

jueves, 1 de diciembre de 2011

El sepulturero

El cementerio estaba repleto. Hombres, mujeres, ancianos y niños   se hacían presentes para despedir para siempre  al mejor alcalde que tuvo la cuidad. Aquel hombre, el difunto, había destacado por su honradez, responsabilidad, humanismo y su igualdad en el trato al campesino, al médico, al ingeniero y al mercader.

El puente de cincuenta metros que permitía asistir a la escuela a los niños del otro lado del río jamás se habría construido si no hubiera sido por él, ni los habitantes de las lomas habrían gozado de la luz eléctrica, ni las ganancias del café fueran tan elevadas como lo eran  ahora, ni en los hospitales hubieran medicinas, ni las calles ni los parques estuvieran tan limpios. De modo que lo menos que podía hacer el pueblo era acompañar en el último momento a don Jorge Gómez, el hombre que había sacado a flote a la cuidad.

La semana siguiente el cementerio volvió a atiborrarse. Esta vez la localidad había perdido al médico más perseverante e innovador en las cuestiones de cirugías. Se había graduado de las más prestigiosas  universidades y obtenido importantes reconocimientos por sus investigaciones en el área de la cirugía facial.

Tres días después el difunto era un maestro, el cementerio no se llenó como los otros días, pero los comentarios de las personas que asistieron al entierro firmaban que don Jorge había sido, además de un excelente  docente,  un padre admirable, que se había sacrificado por completo al cuidado de sus hijos luego de que su esposa falleciera veinte años atrás.

 Jorge, el sepulturero, ya estaba extrañando los entierros comunes, de esos en los que no asisten más que los parientes del difunto y dos o tres amigos; de esos en que de verdad son el último adiós porque ya nadie vuelve a acercarse al pedazo de tierra en que descansa el…

—El dichoso de hoy ¿quién será?—preguntó un viejo enjuto y andrajoso sacando a Jorge de sus pensamientos  — ¿Que quién será ?—volvió a preguntar señalando el hoyo que Jorge empezaba a cavar.

— Lo único que sé es que no soy yo  —contestó el sepulturero  empuñando más la pala sin ánimos de continuar  conversación alguna con su compañero.

Iba a llover. Un remolino de mil demonios volvió a regar el montón  de hojas secas que el viejo había juntado bajo un árbol.

— ¡Carajo! — refunfuñó, tomando  el rastrillo para limpiar de nuevo.

Jorge siguió cavando, no  le importaba aquel viejo que se perdía entre las ceibas con su rastrillo  y mucho menos, averiguar de quién era el cuerpo que ocuparía el pedazo de tierra que él profundizaba cada vez más. La verdad,  él era una de esas personas de las que no se ocupan de nada más de aquello que tenía que ver consigo mismo. Pocas veces, como ese día, se había detenido a ocupar sus pensamientos con lo que sucedía a su alrededor y hasta él mismo se había sorprendido al notarlo.

Cualquiera que se hubiera  tomado la molestia de observar detenidamente a  Jorge habría pensado que aquel hombre solamente vivía para cavar, como si esperara encontrar un tesoro  bajo la tierra, como si esperara encontrar la verdad que todos esperan encontrar. No la verdad de la muerte, sino la verdad de la vida. Aunque muchos digan que es lo mismo.

Pero no. Jorge no sabía ni siquiera qué hacía allí, aunque le agradaba el ambiente, el silencio interrumpido sólo por el crujido de las hojas o el canto vago de uno que otro pájaro.

Por fin terminó. Dejó sus herramientas a un lado de un árbol y fue  a lavarse  las manos. En ese momento escuchó la marcha, una majestuosa carrosa seguida por una vasta procesión de militares y civiles con flores y coronas  entraba en el camposanto.

—Un militar—indagó  el viejo cerrando el grifo que Jorge había dejado abierto.

—Eso parece—contestó Jorge con su frialdad característica.

El ataúd, engalanado con banderas y medallas,  fue colocado a un lado del lugar donde iba a ser sepultado. Pronto empezaría a llover, aunque la gente no había terminado de llegar al lugar donde se depositaría el cuerpo, el sacerdote recomendó a la familia apresurar la ceremonia.

—Hermanos—comenzó—esta tarde nos hemos reunido para despedirnos de uno de los más  sobresalientes servidores de nuestra patria  y para acompañar a su familia en este difícil momento.  El general Linares o simplemente Jorge, como su familia y amigos lo conocimos, ha sido para nosotros un ejemplo de honor, valentía  y sacrificio, no sólo en su labor en la milicia, sino es su esfuerzo como ciudadano, esposo, padre y amigo. Todos lo recordaremos por su humildad y perseverancia,  y le estaremos eternamente agradecidos por ofrecer su vida en la defensa de nuestro país seguros de que Nuestro Señor lo recompensará en los cielos.

“El Señor es mi pastor: nada me falta;
En verdes campos Él me hace reposar…

El cielo se llenó de nubes negras como si ellas también acompañaran el funeral,  y el viento levantaba remolinos de hojarascas y  polvo.

Dos hombres de saco negro empezaron a bajar el cadáver  al sepulcro, mientras el sacerdote le daba la bendición final. Un grupo de cadetes formados en fila disparaban sus armas en honor al  difunto; y la viuda y sus hijos, tres jóvenes enérgicos y bien parecidos, se despedían entre lágrimas del amante,  del héroe y del amigo.

Jorge y el viejo empezaron a echar la tierra sobre el féretro, los disparos y cohetes no cesaron hasta que estuvo enterrado por completo.

Un terrible relámpago desató la lluvia, la primera y la más grande de la temporada; las personas comenzaron a abandonar el camposanto y en cuestión de minutos el lugar quedó vacío.

Jorge y el viejo lograron encontrar refugio en una  cripta cercana.

—Esto es lo que nos espera, no lo podemos evitar—dijo el viejo empapado, sacando de su bolsa una botella de aguardiente que se empinó con ganas—uno puede hacer de todo en la vida,  ser un héroe o un ladrón, un hombre exitoso o un holgazán fracasado, pero al final mi querido amigo…—inclinándose para ofrecer un trago al sepulturero—Al final, volvemos a ser la nada que éramos al principio…

Jorge tomó entre sus manos la botella sin decidirse a beber. — Pero, ¿por qué no?—pensó, y con igual o más ganas que el viejo bebió hasta el final.

—Sin embargo—intervino Jorge al fin—se debe sentir bien… digo, ser importante, aunque sea para una sola persona…

El viejo, que tendría unos sesenta y ocho años, empezó a reír mostrando sus únicos cinco dientes.

—Sí, verdad—y se levantó a sacar de tras de un florero otra botella de aguardiente; al parecer esa era la habitación de aquel anciano desde hacía algún tiempo—importantes… sí: hoy somos importantes…

La lluvia  arreciaba cada vez más y Jorge y el viejo no tardaron en emborracharse.

—Creo que este es un día especial para que los muertos reciban una visita…—balbuceó el viejo—una visita de personas importantes.

—Alfredo, estás loco.

— ¿Alfredo?, ¡vaya nombre!

— ¿No dijiste que te llamabas Alfredo?

—Yo no te he dicho nada; soy Mercedes.

— ¿Mercedes? —Se carcajeó Jorge— ¿tu mamá te puso el nombre de la abuela?

— ¿Vienes o te quedas con los Castillo?—preguntó indignado el viejo tomando su botella y señalando la placa que estaba sobre el vitral.

—Yo soy Jorge—dijo el sepulturero abrazando al viejo.

Jorge y Mercedes salieron de la cripta, habían estado durante mucho tiempo allí dentro pues ya  debían ser las nueve o las diez de la noche; la lluvia no había cesado, al contrario, se hacía más fuerte. Muchas tumbas  estaban  inundadas y algunos árboles habían sido derribados por los rayos.

—Deben estarlo extrañando por allá—gritó Mercedes vaciando su botellas sobre  una tumba.

Jorge removió las hojas que cubrían el epitafio y leyó en voz alta:

—“Jorge Rosales, hijo y hermano ejemplar… treinta de enero de mil novecientos…
— ¡Salud por el tocayo!
— ¡Salud por mi tocayo! Vamos a allá.

Los borrachos corrieron tomados de la mano hacia las tumbas más recientes.

— ¿A quién tenemos aquí?
— A Jorge Rodríguez, pianista famoso.
— ¿Y allá?

Mercedes siguió correteando  de una tumba a otra preguntando al sepulturero el nombre de los difuntos que estaban enterrados allí, mientras aquél leía eufórico los epitafios.

—Jorge Quinteros, admirable esposo.
—Jorge Rosas, pastor generoso y de poderosa fe.
—Jorge Gómez, alcalde.
—Jorge Durán, cirujano.
—Jorge Jiménez, maestro.

Al fin terminaron en la sepultura que ellos mismos habían cerrado hacía unas horas, la del militar.

— ¡Otro Jorge! —Gritó el viejo carcajeándose — ¿Tú cavaste todas estas tumbas? ¡Parece que has sepultado a todos los Jorges de la ciudad y que hoy sólo has quedado tú!

El sepulturero dejó de sonreír y enseguida empezó a sentir que su corazón crecía más y más con cada  palpitación. El cielo descargó un rayo espeluznante que fue a caer en la cara del viejo haciéndole rodar al suelo los únicos dos dientes que le quedaban.

No, no eran dos dientes; eran cinco, eran cinco…
Los sueños son así de confusos, aunque otras veces terminan por revelarnos cosas que jamás habíamos comprendido. Jorge despertó empapado en sudor y sintiendo que su corazón crecía y palpitaba más y más. Tragó saliva y no sin esfuerzo tomó asiento. Allí estaban sus compañeros de celda: Ronald el calvo demente acusado de incendiar un restaurante con  su esposa y su suegra dentro; Roberto, el inútil que se negaba a hablar de su delito y Federico, el dueño de una fábrica de cereales que había intentado escapar con los millones pertenecientes a los seguros que por casi una década dejó de  pagar a sus empleados.

Jorge volvió a acostarse, debía dormir, era su última noche: iba a ser ejecutado el día siguiente. Por casi dos años había sido el dolor de cabeza para la policía, se había convertido en uno de los delincuentes más buscados. Era Jorge Flores: el secuestrador de menores y asesino de cuatro mujeres.
***
Eran  las cuatro de la tarde, la hora fijada para llevar a cabo la ejecución. Un policía leía a los presentes los delitos por los que se le había acusado y declarado culpable:

—“Jorge Flores…acusado por el  secuestro de diez menores: Laura María Ventura de siete años, José Daniel Zepeda Martínez de seis, Luis Alberto…”

¿Para qué detenerse a escuchar las cosas que ya se sabía de memoria? Jorge pensaba en sus alucinaciones  de la noche anterior: — ¿Un sepulturero?, ¿yo?—Recordó la parte final del sueño, en el momento que leía el nombre del cirujano—Yo quería ser cirujano…. — En ese instante todo  estuvo totalmente claro.

 El policía anunciaba la sentencia:

—“…  ha sido declarado culpable de todos los delitos antes mencionados y condenado a pagar dichos crímenes con la muerte.”

Jorge empezó a reír como la había hecho borracho en su sueño junto al viejo, pero luego se puso a llorar como jamás pensó que podía llegar a hacerlo.

—Ellos no saben nada—pensó—ni de los que asesiné,  ni de los que sepulté sin misericordia todos los días con mi odio y mi ambición ¡A todos los buenos  hombres que pude haber sido!

Enero, 2009.
               

Viajes en el tiempo, la realidad vence a la ficción

En esta ocasión voy a publicar un artículo de Ronald Marroquín, un amigo  que estudia ingeniería en la Universidad Don Bosco. Su trabajo me gustó mucho porque a pesar de ser un tema en apariencia complejo, su redacción es bastante clara para poder aprender un poco al respecto. Ojalá les agrade tanto como a mí.


“Soy apenas un hombre en la Tierra, no puedo desplazarme por el espacio a la velocidad de la luz y menos puedo viajar por el tiempo, pero en mi mente soy libre, eso me permite y, al mismo tiempo me obliga,  a cuestionarme si realmente puedo viajar en el tiempo." 
(Stephen Hawking)

Imagen 1. Representación de un espacioen
 tres dimensiones la cuarta resulta imposible
 de graficar habría que detener el tiempo.
Para hablar de viajes en el tiempo es necesario hacerlo desde la óptica del científico y no bajo el sensacionalismo de la magia o el ocultismo, si vamos a viajar en el tiempo, entonces hay que hacerlo bajo las leyes de la física, y hay que ver el tiempo como lo ven los físicos, como la una dimensión. Para empezar, diremos que la primera dimensión es una recta, la segunda es un plano, la tercera un espacio y la cuarte es como un rio que arrastra a las tres en una sola dirección hacia adelante en el tiempo (Ver imagen 1).


La primera alternativa para viajar en el tiempo seria los túneles de gusano, estos son grietas en el espacio tiempo, pero son microscópicos, apenas son una mil millonésima de centímetro de tamaño y duran un lapso extremadamente pequeño antes de destruirse y solo se dan a niveles cuánticos. Sin embargo, si pudiéramos agrandar uno de estos hoyos, podríamos viajar en el tiempo (Ver imagen 2). 


Imagen 2 representación de un túnel de gusano,
 entraríamos en un lugar y tiempo pero 
saldríamos en otro lugar y tiempo
Lo anterior no es problema, el verdadero problema son las paradojas. Las paradojas son divertidas de analizar, veamos esta: si un científico loco crea un túnel de gusano que lo enviará hacia el pasado solo un minuto, entonces podría ir y matarse a sí mismo antes de viajar, pero ¿si lo hace y no viaja al pasado quién lo matará si ya no podrá regresar?


Esto no tiene explicación, pero no sería la causa principal por la que no se podrían usar túneles de gusano sino por el efecto de retorno. Apostaría que ya has escuchado que, cuando alguien con un micrófono se para frente a la bocina del sistema, se produce un agudo sonido.  Este es causado por el retorno continuo del sonido desde el micrófono a los altavoces en un circuito cerrado. Si el micrófono no se apaga, entonces podría sobrecargarse; lo mismo pasaría con un túnel de gusano el retorno de radiación electromagnética dentro de sí y en los momentos que conecta lo destruiría rápidamente.

Imagen 3. Representación de la Curva del 
tiempo espacio producida por la gravedad 
Quedando fuera los túneles de gusano, pensemos en algo más estable pero peligroso, estoy hablando de los hoyos negros. La gravedad curva el tiempo y (Ver figura 3) hace que a mayor gravedad más lento valla el tiempo.  Incluso los 31 satélites de la red del GPS están programados para añadir tiempo a sus relojes, solo son unas millonésimas de segundo cada día, esto parece insignificante, pero si no se corrigiesen así darían errores de posición hasta de diez kilómetros.

Si una nave volase alrededor de un cuerpo compacto como un hoyo negro  entonces el tiempo iría más lento como lo predice la Relatividad General de Einstein. Con un agujero negro de unas cuatro millones de masas solares sería suficiente para hacer que el tiempo corra al a mitad de lo aparente en la Tierra, así un grupo de astronautas que volaran la nave durante dos años alrededor del borde hoyo al regresa a la a Tierra habrían pasado 4  años.


Esto no es muy práctico para transportarnos en el tiempo,   además habría que sobrevivir a la radiación, a la violencia de un agujero negro, las altísimas temperaturas del gas que lo rodea y al poderosísimo campo magnético que posee. Por otra parte,  sería muy peligroso quedar atrapado en el agujero negro. Por último, es necesario aclarar que esto solo funciona en una dirección que es hacia el futuro, Pero si se superasen todos estos obstáculos antes mencionados los viajes si serían  posibles porque no crean paradojas.

La última alternativa seria usar una nave que viajara a velocidad luz C, se representa con la letra C mayúscula de latín Cheleritas que significa velocidad. No podemos igualar el límite de C, lo que podemos hacer es llegar lo más cerca posible tal vez a unos 0.99999999 veces de C. Según la Relatividad General de Einstein, si un móvil se moviera a velocidades cercanas a la de la luz, pero muy cercanas, el espacio tiempo se curvaría para él de tal manera que un día, viajando a esta velocidad, sería un año en la Tierra.

Imagen 5. Nave Orión concebida por Carl
 Sagan se impulsaría con energía atómica
El problema con lo anterior está en que no sería fácil alcanzar esta velocidad, se requería una nave espacial especial. El difunto astrofísico Carl Sagan la imaginó y la bautizó con el nombre de Orión, el Orión tendría que ser enorme para llevar suficiente combustible y suministros, pues tardaría a máxima potencia alrededor de 5 años para poder acelerar lo suficiente. Empezaría lento por ser tan pesada, pero en una semana saldría del sistema solar, en 3 años viajaría a la mitad de C y estaría cerca de α Centauri, nuestro sistema estelar más próximo. Cerca de la meta, llegaría a 90% de C, entonces empezaría a viajar al futuro, pues el tiempo pasaría más lento para la nave y los tripulantes. Tal vez el tiempo sería la mitad de lo que es para nosotros, pero el verdadero culmen sería a 99.999999999% de C, donde en verdad se viajaría al futuro con rapidez en un día, a esa velocidad sería se viajaría un año al futuro.


Vistos estos puntos de vista meramente científicos podemos juzgar que no es una locura ni herejía científica pensar en viajes en el tiempo al menos no hacía el futuro. Sin embargo, solo sería un boleto de ida al no poder regresar al pasado, el regreso al pasado está ligado a las paradojas, lo que los vuelve imposibles de realizar. Pero ahora no es posible siquiera viajar al futuro, no existe la tecnología suficiente para hacerlo, tal vez en el futuro no muy lejano sea posible e incluso quizás descubramos una forma de viajar al pasado sin paradojas, en lo personal me gustaría acompañar a Galileo en la primera vez que apuntó su telescopio al cielo nocturno, o mejor aún, oír a Jesús en alguno de sus discursos.

Referencias:

-Viajes en el tiempo Stephen Hawking, documental, Discovery Chanel 2010.
-Carmen Núñez, ciencia de hoy Volumen 16 - Nº 91 Febrero-Marzo 2006.
-Carl Sagan, Del tiempo y el espacio, Princeton editorial 1985, cap 3 pag 58.
-Historia del tiempo Stephen Hawking, Cambridgen 1989, Cap 5 pag 77.
-http://www.iac.es/ ,sitio oficial del Instituto de astrofísica de las canarias.
-http://www.crya.unam.mx/~luisfr/altasen.html, presentacion en power point sobre radio astronomía de altas energías, del instituto de astronomía de la UNAM.






miércoles, 30 de noviembre de 2011

El guardián entre el centeno

Decidí leer este libro por su título. No sé por qué, pero me sonaba  como a historia al estilo de Tom Sawyer o El señor de las Moscas, cuyos protagonistas son niños traviesos que hacen críticas al comportamiento de los adultos de su época. Y bueno, no estaba tan equivocada después de todo.

El guardián entre el centeno cuenta las vivencias de Holden Caulfield, un chico de diecisiete años  que acaba de ser expulsado del colegio  por haber reprobado  la mayoría de materias. Se desarrolla en Nueva York, en los años posteriores a la Gran Guerra y está narrada por el mismo protagonista, quien a través de flashbacks revive sus desventuras develando  sus pensamientos al respecto. Su nombre hace referencia a un recurrente deseo del protagonista por ser el “guardián de la infancia”, que vigila a los niños para evitar que caigan en las garras de la adultez.

Debo confesar que estuve a punto de tirar el libro a la mitad de la historia, porque me pareció introspectiva en exceso, y hay que tener mucha paciencia para lidiar con  las ocurrencias de un adolescente que tiene serios problemas de adaptación. Sin embargo,  al final, esto es lo que más rescato de la obra. Y es que Holden es un personaje perturbador, porque uno nunca llega a descubrir su verdadera personalidad ni la raíz de sus motivaciones.

A veces se muestra muy inmaduro, pero luego hace unas reflexiones demasiado elaboradas para su edad. Al principio pensé que se trataba de un pícaro, de esos descarados y mentirosos que se aprovechan de las chicas y se burlan de los adultos; sin embargo, mientras avanza la historia, nos damos cuenta de que es un ser vulnerable, que profesa un gran amor hacia su hermanita Phoebe y recuerda con nostalgia a Allie, su hermano difunto.

Por otra parte, no creo que el hecho de ser expulsado muchas veces del colegio se debiera a la escasa capacidad intelectual del personaje, sino a su sentimiento de inconformidad con las reglas de su ambiente. Y esto precisamente en lo que me molestó de Holden: que era crítico de todo, estaba inconforme con todo, pero no daba ninguna solución al respecto (el típico rebelde sin causa). Pero, al mismo tiempo, el muchacho me dio lástima, por su cobardía e indecisión, por esa soledad que todos hemos sentido más de alguna vez al sentirnos incomprendidos. Al final no queda muy claro cuál es el destino de Holden, pero en la vida real la experiencia nos muestra que las personas como este chico no tienen un buen desenlace.

En fin, creo que J.D. Salinger logró reflejar muy bien los conflictos psicológicos de los adolescentes en cuanto a problemas de adaptación, búsqueda de identidad personal, conductas viciosas y sexo. No es una de mis novelas favoritas, pero la recomiendo  a los que gustan las historias con protagonistas intrigantes. Ahh… otro dato que leí en Wikipedia y que puede hacer que te interese esta obra es que el asesino de John Lennon, Mark David Chapman, estaba tan obsesionado  con ella que, después de cometer su crimen, sacó una copia y esperó a la policía mientras la leía, pues se sentía identificado con el protagonista. Impactante, ¿no?

Quotes:
“La vida es una partida, muchacho. La vida es una partida y hay que vivirla de acuerdo con las reglas del juego.”

“Lo que distingue al hombre insensato del sensato es que el primero ansia morir orgullosamente por una causa, mientras que el segundo aspira a vivir humildemente por ella.” (Citando al psicólogo Wilhelm Stekel)

Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adonde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una tontería, pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura.”